Carta a una musa despechada...
Nunca entendí el poder de la belleza de una mujer,
nunca entendí el porqué tantos poetas y escritores
buscan inspiración en alguien que, hasta ese momento creativo, no
tomaron en cuenta. Una flor en un jardín me parecía tan
banal como suplicarle al destino que me encontrara alguien a quien recostar en
mi pecho.
Mis deseos eran ordinarios, y trataba de encontrar excusas para no
ser parte del vulgo con corazones de papel. Observaba al mundo avanzar y
reflexionaba sobre la necesidad de las personas por encontrar a alguien con quien
descansar la realidad y magnificar las fantasías.
Mis creaciones no necesitaban de un ingrediente sustancial para
satisfacerme, y el hecho de que mis estimados compañeros artistas lo
necesitaran me provocaba un repudio total a mi vocación (seguramente
porque no lo entendía).
Así como la pluma que se separa de un ave al despegar del
nido, empecé a introducirme sin rumbo alguno en un mundo
que desconocía, esperaba que el viento me llevara a donde pudiera
encontrar respuesta a mi necesidad de saber.
Un imbécil pretencioso y arrogante en busca de una
aventura romántica que lo separe de la realidad.
Siempre recordaré la primera vez que tuve esa sensación color
escarlata, una sensación que consumía mi interior y nublaba
mi pensamiento. Recuerdo que me detuve, intente racionalizar lo que sentía,
pero me era imposible, y presintiendo la tormenta de emociones que estaba por
vivir, te miré.
Te vi, te observé, te imagine dentro de mis fantasías, y en un
segundo todo empezó a tener sentido sin tenerlo realmente. ¿Qué es
esto? ¿Por qué no me puedo mover? me pregunté. Mi respiración cambio, mi
corazón empezó a temblar y mis manos le siguieron la corriente.
Y de pronto entendí sin más, que una mujer provoca, incita,
apasiona. Pero tú, tú eres algo más, tu belleza supera el poder de la
fascinación, te convertiste en la esencia de mi existir, en el centro de mi universo. Te
adoraré por el resto de mi vida y después (si es que esto último tiene algún
sentido para ti).
Esto es lo que soy y lo que daré. No pretendo
adueñarme de tu hermoso fulgor encerrándote en estas páginas gastadas, pero
entiende que no escribir sobre ti sería como romper una ley de la creación y el
sentimiento. Tú te mereces ser libre dentro y fuera de la realidad, por eso me disculpo.
Esto es lo que soy y lo que daré. Ten conciencia de que existo
pero nunca te animes a tratar de descubrir el rostro detrás de mis cartas, no importa
cuántos años más pasen jamás estaré listo para otra confrontación.
Mis obras son gracias a ti y para ti
solamente, y disculpa que tenga que mentir cuando me preguntan para qué o quién
están dedicadas, pero esos idiotas ordinarios jamás entenderán mi mundo.
No espero una respuesta, no espero ni una sonrisa condescendiente,
lo único que espero de ti es que tengas una vida feliz, libre y sin mí.
Tuyo por toda la eternidad.
Un romántico convertido.
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